El ron corría por las venas de dos extraños, como los coches por la carretera a altas horas de la madrugada, sus caras reflejaban el éxtasis, la pasión, la alegría, la ternura, el descontrol, el amor. Se apretaban la mano con fuerza mientras gritaban a las farolas lo mucho que se querían, recuerdo comprobar cómo él le apartaba el pelo de la cara y como a su vez se derretía entre sus brazos, las llaves se le resistían, impidiendo la entrada a esa casa que irradiaba calor por los más oscuros rincones, las medias eran tan fáciles de bajar, como esa caída de ojos que siempre hacía cuando él le susurraba situaciones comprometedoras al oído, cuando consiguieron llegar al sofá él y ella ya no percibían nada más que la respiración de cada uno, porque qué más daba todo, eran jóvenes y tenían cantidad de noches en vela por delante.
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