Comencé a sentir dentro de mí los fantasmas de la soledad y empecé a agarrarme a cualquier hombro para no sentirme presa de la oscuridad, me observé por dentro y sentí mi tristeza infinita dar vueltas alrededor de mi corazón y vi la melancolía adueñarse de mi hígado, la rutina ya había alcanzado mis dedos, pero mis ojos me recordaban que había entrado allí para sacar algunas palabras llenas de entusiasmo, palabras que pudieran alentar mi día y las encontré, las susurré mientras lloraba, sonó mi celular... sonreí, me quedé esperando que la conversación terminase, esperando en silencio para empezar de nuevo a decirme que este viaje merece la pena... que los cambios entran y salen, que las lágrimas se secan, podía llorar lo que quisiera pero no olvidase que la luz está detrás de los ojos de vidrio... aunque es difícil, solo tendría que vestirse de paciencia, que el universo pondrá a mi lado fantasías de verano... colgué y miré a mi alrededor, veía los ojos de las personas, ya no eran los mismos... brillaban sus dientes detrás de una sonrisa interminable, se acabó la rabia, la tristeza, los llantos, una llamada la salvó del precipicio, un hombre que quería pasar con ella una noche le trajo todos los sentimientos que yo intentaba decirle con palabras. Me di cuenta de lo vacías que son las palabras, de lo poco que sirven de la escasa finalidad que tienen, me di cuenta de que lo que importa son los hechos, las situaciones vividas, la experiencias, lo sentido... que amistad sirve para mucho, pero no te saca del abismo, solo sales cuando quieres salir y generalmente esa salida no quieres, ni necesitas que te la de un amigo.
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