Sorbimos nuestro amor en pequeñas dosis hasta límites inesperados, conspiramos contra el tiempo y le juramos que no habría vuelta atrás, respiramos del aire que salía de cada anhelo que teníamos frente al mar, y mientras tanto, nos comimos a besos, dulcemente, sin prisa y sin pausa, cruzaba los dedos por detrás de tu espalda esperando que aquella noche no fuese la última vez. Lo miré de nuevo y comprobé que se veía contento. Me sorprendí a mi misma mirándolo fijamente y sin saber de dónde me salió ese coraje, me incliné sobre su rostro buscando su boca, posó los dedos sobre mis labios y me acarició la cara, un segundo más tarde se incorporó sobre mí y me beso. Suspiré, siento cómo se forma una sonrisa en mi rostro y esta peligrosa forma que tiene para besarme me enloquece lentamente, mis manos buscan frenéticamente su cuerpo y mis ojos me delatan.
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